Los tiempos están cambiando, creo que esto ya lo he oido antes. Pero, sí los tiempos están cambiando. Hace dos días, en una conversación durante el almuerzo, dos compañeros, o más, no lo recuerdo, estaban convencidos de que el capitalismo no tiene fin. Uno de ellos, comentó que tenía más de 2000 años. Sin embargo, mostré mi discrepancia debido a que creo que el capitalismo se inicio en los siglos XVII y sobre todo en el XVIII. Las ideas que se generaron durante esos siglos ha sentado las bases de nuestra sociedad. Todo este discurso no me pertenece, se lo debo al análisis de mi hija Maria del Mar que se ha centrado en sus estudios universitarios en la Edad Moderna (que no es la nuestra, según la nomeclatura de los historiadores). Francia y el Reino Unido (Escocia, de modo destacado) sentaron las bases de todo; luego la fiolosfía de Kant le confirió un grado de racionalidad sin parangón. Desafortunadamente, el ser humano no es racional (esto nos llevaría muy lejos, pero vuelvo a indicarlo: la matemática lo ha demostrado, por el momento), y los intentos de esos pensadores no fueron seguidos de modo genuino, ni lo son, por las sociedades posteriores. El problema, incluso leyendo a Adam Smith, es la ausencia de ética y moral de la conducta humana (no siempre claro) de los poderosos, pero también de los que no lo son aunque en un grado muy distinto y más justificable.

Después de todo este rollo. Los tiempos están cambiando, tanto si el capitalismo sigue hasta el infinito como si dentro de 50 o 100 años desparece. La evidencia es aplastante: los trabajadores han perdido derechos (NOTA: trabajadores son todos los individuos que trabajan para otros: propietarios, accionistas, poder político o gobiernos, prensa, medios de comunicación...) y van a ver reducidas las prestaciones sociales. Habrá que volver a lo que hacían las personas en el siglo XX antes del ascenso de la socialdemocracia: ahorrar para hacer frente a una enfermedad, una perdida de empleo, la educación de los hijos y hasta mejorar la pensión. El ensueño de que los trabajadores son ya clase media es una ilusión y una trampa.

Así como nos parece insoportable la justificación de la eslcavitud en el mundo anitguo: Grecia, Roma, Persia... que ellos veían natural, ahora podríamos cuestionar si una persona debe trabajar para otra, o al menos en que condiciones, cada vez peores en la capacidad de negociación. De todos modos, no es tan sencillo dar una respuesta coherente. El marxismo lo intentó y ya vemos en lo que se convirtió: dictadura y muerte. También aparecieron los fascismos: muerte y dictadura. Todos ellos buscaban lo imposible: la uniformidad humana con parrtidos de sacerdocio y utopía criminal. Son productos típicos del capitalismo, la síntesis perfecta: el gobierno chino. ¿Qué pensarían Adam Smith, Marx, Engels, Bakunin...? Pues que: el futuro difícil de ver es (frase Yoda en Star Wars, el pensador más desstacado del siglo XXI: el apego lleva al miedo, el miedo a la ira, la ira a la violencia; o algo así; claro que esto es Budismo, pero bueno no está mal). O también esos pensadores pudieron pensar, y no creerse tan listos: vanidad y todo es vanidad (Eclesiastés, La Biblia, hace más de 2000 o 3000 años).

A lo que iba: los tiempos están cambiando. Cuando el número de los que no tengan nada que perder sea muy grande, los líderes ocultos los moverán hacia las nuevas utopías: no razas, sí genes de clase (ya se ha empezado: los que no se adpatan, los que no tienen iniciativa económica no merecen disfrutar de los mismos beneficios de los que son competitivos y excelentes). Los que solo pueden trabajar si otros les dan trabajo ya se consideran una clase de inútiles que no merecen que el Estado gaste en ellos muchos recursos.

Los tiempos están cambiando y aún no nos hemos enterado (mala rima que me da grima). Antes teníamos que ir al confesionario para arrepentirnos de nuestros pecados, ahora tenemos que confesar que hemos sido malos, gastadores, vagos y aprovechdos, y que los políticos y los poderosos nos perdonarán estos pecados si hacemos la penitencia que nos tienen reservada. Ellos los puros, los que están libre de todo pecado. Piensen por sí mismos, pero los tiempos están cambiando. Prefiero mil veces creer en Dios, tener fe, que creer en las memeces de todos esos dirigentes que no tienen empacho en sacrificar a las personas si hay que mejorar el déficit: el dinero antes que las personas, ni se molestan en buscar soluciones competitivas y políticas de excelencia, eso solo se lo exigen a los ciudadanos.

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