Diario Estelar Planeta Tierra: Capítulo I
Los humanos del planeta Tierra lo desconocen, no perciben su existencia. Es un ser que vive en una habitación que gobierna el movimiento de este mundo. Oculto, invisible para los seres vivos. La Tierra gira, pero nadie lo percibe o muy pocos quizás. Este ser se está cansando de su tarea, ha visto las continuas locuras de los hombres durante siglos y ha llegado a cuestionar su función. ¿Por qué he de hacer girar esta bola por el espacio? A pesar de todo hay muchos inocentes, y ellos son los que le hacen seguir en su empeño.
En su mundo extraño e incomprensible no entiende como no se detiene la vorágine humana durante un día, unas horas, unos segundos: como quien toma un respiro para seguir con la mente más clara, el objetivo más nítido. Le duele observar sin poder modificar nada de lo que ocurre. Sabe que los salvadores de patrias y del mundo han producido más muertos que beneficios. Han inmolado en sacrificios que aterran al universo, a millones de personas por ideas, religiones y fantasías utópicas. Incluso, aquellos que se proclaman los defensores de los débiles han justificado o no han querido ver crímenes de lesa humanidad.
Así, piensa, no se puede seguir mucho tiempo. Pero no será él quien ponga fin a este panorama. La locura y la falta de reflexión no tienen solución ni en los divanes de los mejores psiquiatras. Algunos han mostrado el camino pero, ahora y casi siempre, los humanos toman otros caminos sin saber a donde van, del mismo modo que se describe en Alicia en el país de las Maravillas. Los gatos se siguen riendo de los hombres que los cuidan como mascotas cuando para aquellos son sus esclavos.
¿Quién escribirá la verdadera historia? ¿Cuando los hombres se librarán de las tiranías de sus tradiciones y culturas represivas? ¿Cuando no se matarán por un territorio que saben que no es suyo, puesto que nadie permanece para siempre en este mundo? No parecen comprender que si piensan y sienten de un modo u otro es por el azar de su nacimiento. Nadie les ha permitido escoger, y si osan separarse de su grupo tribal son objeto de escarnio o quedan al margen.
Hay agrupaciones (estados y naciones, sobre esto hay mucha disputa) que moderan estos efectos nocivos con leyes ponderadas. Permiten una cierta disidencia, pero la propia estructura de poder rechaza a la disidencia con suavidad pero con firmeza, e incluso con represión. Las voces nuevas, a favor y en contra, se llenan de fanatismo e irracionalidad. Así, el culto al lado oscuro, simbólico y arcaico gana la batalla de la mente.
Horror, sólo percibe horror el ser que mueve la Tierra. Nadie, o muy pocos, saben que están en una bola que se mueve por un espacio ininteligible y de límites inciertos que la ciencia ignora: el no espacio/tiempo (sic). Ningún ser humano sabe en que dimensión vive, ni en que geometría respira y grita consignas, a veces de efectos mortales, para sus hermanos de desconcierto.
En su mundo extraño e incomprensible no entiende como no se detiene la vorágine humana durante un día, unas horas, unos segundos: como quien toma un respiro para seguir con la mente más clara, el objetivo más nítido. Le duele observar sin poder modificar nada de lo que ocurre. Sabe que los salvadores de patrias y del mundo han producido más muertos que beneficios. Han inmolado en sacrificios que aterran al universo, a millones de personas por ideas, religiones y fantasías utópicas. Incluso, aquellos que se proclaman los defensores de los débiles han justificado o no han querido ver crímenes de lesa humanidad.
Así, piensa, no se puede seguir mucho tiempo. Pero no será él quien ponga fin a este panorama. La locura y la falta de reflexión no tienen solución ni en los divanes de los mejores psiquiatras. Algunos han mostrado el camino pero, ahora y casi siempre, los humanos toman otros caminos sin saber a donde van, del mismo modo que se describe en Alicia en el país de las Maravillas. Los gatos se siguen riendo de los hombres que los cuidan como mascotas cuando para aquellos son sus esclavos.
¿Quién escribirá la verdadera historia? ¿Cuando los hombres se librarán de las tiranías de sus tradiciones y culturas represivas? ¿Cuando no se matarán por un territorio que saben que no es suyo, puesto que nadie permanece para siempre en este mundo? No parecen comprender que si piensan y sienten de un modo u otro es por el azar de su nacimiento. Nadie les ha permitido escoger, y si osan separarse de su grupo tribal son objeto de escarnio o quedan al margen.
Hay agrupaciones (estados y naciones, sobre esto hay mucha disputa) que moderan estos efectos nocivos con leyes ponderadas. Permiten una cierta disidencia, pero la propia estructura de poder rechaza a la disidencia con suavidad pero con firmeza, e incluso con represión. Las voces nuevas, a favor y en contra, se llenan de fanatismo e irracionalidad. Así, el culto al lado oscuro, simbólico y arcaico gana la batalla de la mente.
Horror, sólo percibe horror el ser que mueve la Tierra. Nadie, o muy pocos, saben que están en una bola que se mueve por un espacio ininteligible y de límites inciertos que la ciencia ignora: el no espacio/tiempo (sic). Ningún ser humano sabe en que dimensión vive, ni en que geometría respira y grita consignas, a veces de efectos mortales, para sus hermanos de desconcierto.
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