Diario Estelar Planeta Tierra

Aura comprendió que estaba en una pobre historia de ficción, que aquel escritor no sabía de que estaba hablando, y como personaje no tenía nada que decir. De que hablaría: de la eterna rueda de la humanidad, de ese avance que parece lineal pero que es un círculo o una espiral que se retuerce hasta llegar otra vez a su inicio. Mucha geometría parece todo eso. Lo único cierto es que la humanidad se había rendido ante el poder concentrado de la economía y aceptaba que la democracia fuera una apariencia. En cierto sentido, parecía una buena elección: para qué luchar si los consorcios ya diseñaban lo necesario para la mayoría de las personas. Les daban ciertas seguridades: una educación, una sanidad y unas distracciones o, como se decía antes, días de vino y rosas (Aura parece recordar que esta frase se pronuncia en una triste película, además en blanco y negro).  Libertad para qué, dijo Lenin; libertad para qué dicen los consorcios: ser libres no es fácil, es más sencillo que el camino esté marcado y adaptarse. Aura estaba atónita ante el estilo de redacción del autor, cómo le podría indicar que dejara de usarla para escribir semejante historia. Pero, al parecer, las teclas o la pluma no estaban a su alcance. Bien, le amargaría la vida con una personalidad esquiva, difícil de describir y de comprender; al fin y al cabo era un ser del año 2025 y que ella supiera nadie del pasado sabía nada de esa época ni de sus costumbres.

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